Columna publicada en la sección Historias mínimas de la revista Cuadernos de Pedagogía, número 463, enero de 2016.
Partamos de una evidencia incuestionable: en nuestros colegios e institutos existen niños y adolescentes lesbianas, gais, transexuales y bisexuales a pesar que de no siempre nos resulten visibles. Este alumnado tiene exactamente la misma necesidad de construirse una identidad personal que incluya estos aspectos que los hacen diferentes. Una necesidad a la que nosotros, como docentes, tenemos la obligación de responder.
Este reto consiste, en primer lugar, en crear un espacio seguro en el que puedan desarrollarse sin miedo, donde no sean insultados por sus iguales, ni ignorados por sus profesores. Este espacio no solamente es el espacio físico del colegio o instituto; las nuevas tecnologías han desarrollado otro espacio paralelo, el ciberespacio, que extiende su ámbito más allá del horario escolar y que influye enormemente en los adolescentes.
Necesitan también referentes en los que reconocerse, modelos a los que seguir o rechazar. La visibilidad de los docentes LGTB les ayudaría enormemente en este proceso aunque es obvio que esa visibilidad tiene un coste para los profesores que no se puede pasar por alto. Los referentes tienen que encontrarlos también en las materias que estudian, en los personajes reales que aparecen en sus libros de Historia, de Literatura, de Arte, etc. Y en las distintas narraciones con las que crecen, todos esos poemas, cuentos, novelas, películas, canciones que nunca hablan de ellos y de sus experiencias.
El objetivo sería que pudieran crearse una identidad personal que les permitiera crecer y ser felices. Debería ser una identidad fluida, maleable, que se adaptara a cada persona y no les usurpara toda su personalidad. Una identidad que no se convirtiera en una armadura que les protegiera pero que les pesara cada vez más. Dicho en román paladino, identificarse como gay, como lesbiana, no explica todo lo que eres ni determina lo que vas a llegar a ser. Esta fluidez debería estar presente también en la identidad de género. Ser hombre y ser mujer no pueden continuar siendo categorías cerradas, contrapuestas y jerarquizadas en las que tengamos obligatoriamente que incluirnos aunque eso conlleve deformar nuestra personalidad. Como veis, mucha tarea.
Carlos Javier Herrero Canencia.
Profesor del IES Rosa Chacel, de Colmenar Viejo.
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Serafin Fernandez (lunes, 25 enero 2016 19:01)
¡Genial, me ha gustado mucho, me pienso leer todas tus puestas. Gracias por ponerlas!!
Santiago Martín Solera (lunes, 25 enero 2016 19:38)
Ya sabrás que hay montones de historias en los mitos griegos: desde el pobre Apolo y sus tristes amores -Jacinto, Cipariso-, pasando por Tiresias -que fue mujer durante 7 años; experiencia interesante que nosotros nunca disfrutaremos o padeceremos- Hermafrodito... Yo las utilizaba; me parecen mitos interesantes. Y en la historia romana y griega no digamos. Desde Alejandro/Aquiles y sus amados Hefestión/Patroclo hasta la bisexualidad de César. En fin, que haberlos, haylos. Sólo hay que buscarlos y proporcionarles pautas. Está bien. Te leeré...
Jose Angel (jueves, 17 octubre 2019 01:08)
Hola, el día de ayer vi un roportaje del universal publicado en octubre del 2016, acerva de ti y tu actividad como maestro, yo soy un alumno que aspira a ser un buen maestro, quisiera preguntarte muchas cosas, me surgen muchas situaciones, pero no tengo el espacio, si algún día me pudieras responder, te suplico me escribas un correo a angel_pale17@hotmail.com, antes que nada, gracias porque necesitamos más maestros como tú