Silencio y acoso homofóbico.

 

Columna publicada en la sección Historias mínimas de la revista Cuadernos de Pedagogía, número 466, abril de 2016.

 

En los últimos meses han salido a la luz algunos casos de acoso escolar especialmente sangrantes. En esta columna voy a centrarme en el acoso homofóbico en las escuelas e institutos. Este acoso no se dirige únicamente al alumnado LGBT sino a cualquiera que sea percibido como tal, lo sea o no. Una constante que se da en los casos de acoso escolar es que permanece oculto, una espesa capa de silencio lo cubre haciéndolo invisible a los ojos de los adultos. En el caso del acoso homofóbico la capa de silencio se vuelve tan densa que corren el riesgo de asfixiarse. ¿Por qué es así? En primer lugar, está la vergüenza, mucho antes de reconocerse sus deseos, se dieron cuenta de que maricón y bollera eran de los peores insultos que podían recibir.

 

Por otro lado, perciben que eso es algo de lo que no se debe hablar, y lo perciben porque eso es algo de lo que no se habla. Nuestros alumnos son auténticos esponjas cuando se trata de emociones. Interpretan correctamente nuestros silencios incómodos, nuestros “¿a quién le importa que fulanita sea lesbiana? Lo importante es ser persona”. Si no fuera una pregunta retórica, tendríamos que contestar que desgraciadamente le importa mucho, y para mal, a demasiada gente. Dos apuntes sobre cómo romper el silencio: tratarlo con la mayor normalidad; y evitar oraciones del tipo “hay que”. Algún día los científicos inventarán un aparato con el que se podrán ver flotando por el espacio todas esas frases que los profesores decimos. Flotan porque no tienen la suficiente masa para que ningún cuerpo celeste, ni ninguna mente más terrenal, las atraiga. Para que adquieran masa, las tenemos que cargar de emoción, de nuestras vivencias, hacerlas cercanas. “Hay que respetar a todas las personas” es mucho menos efectivo que “Tengo un amigo gay que…” Por cierto, el ser humano tiene la capacidad de fabular, no necesitamos que ese amigo gay exista.

 

Carlos Javier Herrero Canencia.

 

 

Profesor del IES Rosa Chacel, de Colmenar Viejo.

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