Columna publicada en la sección Historias mínimas de la revista Cuadernos de Pedagogía, número 465, marzo de 2016, con el título "Nacer en una sociedad equivocada".
Un grupo muy pequeño de nuestros alumnos se identifican como transexuales o como trans* (personas que no se identifican con el género asignado al nacer y que pueden decidir, o no, someterse a modificaciones corporales), y sufren la transfobia que se da en nuestros institutos, bien porque son acosados, bien porque deciden no ser visibles y permanecen en el armario, con el coste emocional que ello implica. Un grupo mucho más amplio, de hecho un grupo que nos incluye a todas y todos, sufre la presión social para adecuarse a las normas de género. Ambas situaciones están relacionadas y generan sufrimientos que pueden ser evitados.
En las sociedades occidentales existe una concepción binaria del sexo que se presenta como indiscutible por ser “natural”, biológica. Así, solo podemos ser hombres o mujeres, sin que haya nada entre medias de estos dos polos. Sin embargo, desde la biología y desde el feminismo y la teoría queer se ha cuestionado esta afirmación. Y lo que es más importante, las experiencias vitales de trans* e intersexuales (personas que presentan desde su nacimiento caracteres propios del sexo masculino y femenino) lo desmienten. No se puede encerrar toda la variabilidad humana en dos sexos.
La adolescencia es un periodo crítico en la vida de las personas trans*. Por un lado, la presión social por identificarte como hombre o mujer, por otro, la llegada de la pubertad hace más difícil mantener el aspecto andrógino de su infancia. Desde la escuela podemos contribuir para que estos alumnos puedan sentirse tranquilos y felices. ¿Cómo? En primer lugar, garantizando que la escuela sea un lugar seguro para ellos, con protocolos ante el acoso transfóbico (y no estaría de más que las ratios de alumnos por clase fueran más bajas). Tenemos que ofrecerles referentes, personajes históricos y personas reales con las que puedan identificarse, información sobre asociaciones (Fundación Daniela, Chrysallis) que trabajan con menores transexuales y sus familias. Respetemos su proceso vital, no les exijamos que se definan como hombres o mujeres si no es esa su opción. Y por último, mostrémosles nuestro agradecimiento porque su ejemplo nos hace a todas y todos más libres para poder escoger entre las múltiples maneras de ser persona.
No sufren ninguna enfermedad, no han nacido en un cuerpo equivocado. Han nacido en una sociedad equivocada, y esa es una situación que podemos cambiar.
Carlos Javier Herrero Canencia.
Profesor del IES Rosa Chacel, de Colmenar Viejo.
Quizás también te interese:
Reflexiones de un profesor gay fuera del armario
Alumnos LGBT, retos educativos
Puta, maricón: esas palabras que nos vigilan
Alain Turing fue un matemático gay
Recursos para los jóvenes LGBT
Recursos para las familias de adolescentes LGBT
Para compartir esta página:
Escribir comentario
Diego (miércoles, 06 abril 2016 22:11)
Estimado Carlos Javier,
Precioso artículo, te felicito. Me gustaría hacerte llegar mi libro EL DESPISTE DE DIOS. Cuadernos de un hombre que nació mujer (Tropo) que acabo de publicar. Si me facilitas una dirección, te lo hago llegar. Y si te gusta, me encantaría contar con una reseña tuya. Mi correo es eldespistededios@gmail.com Un saludo. Diego Neria Lejárraga.